Existe un momento en la vida de toda persona en el que se da cuenta de dos cosas.
Una.
Se va a morir.
Dos.
Le queda menos tiempo del que ya ha vivido.
A esto se le llama popularmente la “crisis de los 40“, pero puede ser a los 50, 60 o incluso a los 30, como he conocido a algunos alumnos míos.
A mi me gusta llamarla la “crisis de la mediana edad“.
Esta crisis se hace especialmente “interesante” en los empresarios y emprendedores.
Sencillamente porque su empresa acelera y magnifica esta sensación.
Y la manera de reconocerla puede venir de distintas formas:
- Tu negocio no te está dando la vida que querías cuando lo montaste.
- No eres dueño de tu tiempo y no realizas aquello que te da felicidad: estar con tus hijos, pareja o amigos, deporte y cuidarte, tus aficiones, etc.
- Tu negocio es una lucha continua que no te da tregua.
- Te pasas el día haciendo tareas que no te motivan nada. No disfrutas.
- Estás perdido ya que has intentado de todo y no sabes qué más hacer para que tu negocio funcione.
- Te va bien el negocio pero aún así sientes un vacío existencial.
Hay personas que no son conscientes de que esa crisis es la crisis de la mediana edad.
Son los conformistas.
Y hay personas que sí son conscientes y quieren aprovecharla.
Son los inconformistas.
Amo a los inconformistas.
Que lo sepas.
Dentro de este grupo los hay que reconocen esa crisis y buscan la manera de aprovechar la oportunidad de revisar su vida y negocio.
Pero la mayoría se pierden buscando soluciones para los síntomas, en lugar de ir a la raíz de fondo.
Así pues se centran en buscar formaciones o mentores que les ayuden a vender más, o a rediseñar sus productos, o a atraer a sus clientes con marketing digital.
Otros paran, empiezan a cuidarse para recuperar su salud, a costa de ralentizar o abandonar su negocio.
Parches para los síntomas, no la raíz.
Lo que te está diciendo esta crisis es que has de hacerte las grandes preguntas.
Eso implica dar un paso atrás para cuestionarte lo que crees, piensas, dices, sientes y haces.
Parar, dar un paso atrás, hacerte las grandes preguntas y ampliar tu mirada para poder encontrar nuevas respuestas que no veías antes.
Nada que ver con aprender a vender, hacer marketing, networking o diseñar nuevos productos.
Ni siquiera con cuidar tu salud.
Esto va de despertar de la consciencia.
Todo pasa por hacerse las grandes preguntas que igual no te has hecho antes o no has dedicado la atención y la intención suficientes.
Pero también por contemplar posibles respuestas que igual antes no habías contemplado.
Verás.
Vivimos en modo inercia.
Estudiamos aquello que nos dicen que se nos da bien o aquello que está bien visto (da prestigio, tiene salidas).
Creamos carrera en empresas y cuando llevamos tiempo la inercia nos impide cuestionarnos que es lo que queremos con honestidad. Dejar todo sería “perder lo mucho conseguido”.
Montamos una empresa y cuando llevamos años no nos planteamos dar un giro de 180º o incluso cerrarla y a otra cosa. Eso sería muy doloroso, porque perderíamos a nuestro “hijo” y todo el trabajo y tiempo invertidos en él.
Nada más lejos de la realidad.
Nunca se pierde.
Siempre se gana.
Lo que ocurre es que la inercia pone en tu balanza más peso en lo que podrías “perder” que en lo que podrías ganar.
Pero esto lo dejo para otro día.
Para ese doble cometido, grandes preguntas y nuevas respuestas, te recomiendo un buen mentor de vida-negocio.
Desde fuera, alguien bien capacitado y con experiencia ve todo más claro y puede ayudarte a tu propia claridad.
Bienvenido a la crisis de la mediana edad en el empresario.
Y como se dice en el camino de Santiago, !Buen camino!



